lunes, 28 de enero de 2008

camino de Corcos

Este finde ha sido algo ajetreado, ya sabéis lo que pasa, varias semanas sin que ocurra nada interesante y, de pronto en dos días se junta todo.

El sábado nuestra experta en calderas favoritas nos invitó a comer a casa de sus padres en el pueblo, con eso de ver la casita que se ha comprado, conocer a sus perritas (que majas son) y demás. La caso no comenzaba muy bien para mí porque tenía un resacón e la leche (noche anterior, cena de empresa, los que trabajan saben lo que significa para tu hígado). Pero lo mejor llegó a los 3 minutos de salir de casa: pinchazo de una rueda.

Para aquellos que llevan muchos años conduciendo seguro que cambiar una rueda les parece un juego de niños, pero allí estábamos tres: la experta calderera, el IMDB andante y servidora, que consiguió colgar hasta un teléfono móvil de los viejos.

Pues bien, de pues de 15 min contemplando las instrucciones en japonés del gato, nos decidimos a emprender la dura tarea de cambiar la ruda. Nuestro IMDB andante (a demás proyecto de ingeniero) se puso enseguida manos a la obra. Después de varios errores, no voy a extenderme mucho más en este capítulo, simplemente dirá que entre quejas y lamentos conseguimos cambiar la rueda (y para aquellos que nos conocen, añadiré que el proyecto de ingeniero protesta mucho).

A partir de ahí la cosa fue coser y cantar, llegamos enseguida al pueblo, comimos como marqueses (agradecimientos desde aquí a los padres de la pequeña calderera, ya que tanto la paella como el pollo y sobre todo la tarta, estaban de vicio)

Y prontito a casa que por la noche tocaba circo chino (pero esa es otra historia)

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